martes, 7 de octubre de 2008

El maleficio de la duda

No te creo
Palabras Palabras Palabras

Y Alan los llamaba: "RATAS!", y el ministro ponía a disposición su cargo: "yo nunca!, jamás!". Yo le enseñaba el dedo medio a la pantalla: "fueraa m$%&!, no les creo nada!!!", "tú debes ser más corrupto que los del audio!". Al día siguiente insignes representates del Instituto Nacional de Cultura* en el flamante Museo Nacional de Antropologia Arqueología e Historia del Perú aseguraban: "su pago saldrá el 22 de octubre", "nosotros los entendemos, pero es culpa de la central". En el carro un señor sostenía en mano la verdad en un papel fotocopiado: "no hay chamba para los que salimos de la cárcel". Por la noche amenizada por la charla y la sinceridad: "mientras tengan lengua y aparato fonador completo, la gente puede decir lo que se le da la gana".

Me he puesto a pensar que no creo ya en nada de lo que escucho, y a veces en lo que veo. Las Instituciones Estatales han defraudado una voluntad de colores, como algunos seres humanos o acontecimientos determinados sembraron incredulidad en mis ojos. Dudar es como el pie izquierdo que se mueve un paso atrás, dispone al cuerpo a soportar el golpe que se viene, cual reacción defensiva predeterminada; aunque en mi caso ya cumple los requisitos de un tic patológico. Tomar precauciones, tener alternativas y nunca hacerse expectativas por las frases, textos u objetos recibidos son los dogmas a priori que profesa mi corteza cerebral. Es decir que no sólo lo dicho o escrito es llevado hacia la carpeta de No Fiable, sino también los gestos, acciones, hechos. Obras son amores?, resuena en mi cabeza con sonrisa ladeada de sarcasmo.

Qué es la Verdad?
Se halla entera en los ojos de un perro cariñoso
y en el paisaje que siempre espera.

Y quizá a buena hora se lanza el diagnóstico. Todos padecerán de lo mismo? Quizá de alguna u otra manera sí, y estoy segura que Lima y su red intersubjetiva tiene mucho que ver con esta enfermedad. "Tienes que estar mosca", "no confíes en nadie", "dale el pasaje exacto", "coge fuerte el bolso", "si te presta un libro te pedirá un favor".

Sin embargo, a pesar de mi patológica incredulidad, al tiempo que me alejaba del televisor y de la papada de nuestro presidente**, vinieron a mi mente imágenes que, sin haber pasado por el proceso científico de observación-experimentación, las creo tan verdaderas como mis ojeras. Creo en el cariño transparente de un perrito extraviado. Creo en las risas que explotan de mi familia. Creo en la verdad maravillosa, eterna e infinita de los paisajes que hinchan mi pecho de gozo. Creo en la amistad que ya lleva sello de comprobación. Creo en el silencio. Creo en mi firmeza. Creo en la muerte. Creo en la utilidad de la duda y su riesgo de la metamorfosis del corazón en piedra.

Entre la duda y el escepticismo, volví a sentarme en silencio frente al televisor.




* Sinónimo de: nido de incompetentes o burocracia agremiada
* *léase también: inútil con sobrepeso que fregó el país entero desde 1985.

2 comentarios:

Alan Salinas dijo...

Sí pues clarita, el beneficio de la duda otorga siempre una oportunidad de creer -todavía- que uno puede hacer las cosas bien a pesar de esa red-intersubjetiva que mencionas.

Saludos

Bueno Post.

La Lavalle dijo...

buena Clarita.
en algo debemos creer para seguir...aunque sea invertarnos algo...