Son los primeros días de este año y hasta ahora todo va bien. Inicié el 2010 con nuevos proyectos en la mano y en la tierra, y en este momento que escribo todo es paz. La luz del cielo rojo entra por estos enormes ventanales, las únicas luces en casa son las del monitor y una vela, el único ruido es el de mi música y mis teclas, y los únicos aquí somos yo y mis recuerdos de un año inverosímil.
De regreso a Lima todo era ya distinto y me avisaba de un viaje más largo. Mi cuerpo, mi piel , mis poros y mis ojos eran un poquito distintos, mis ojos más pequeños, mis poros más grandes y mi piel más sensible. Me sentía como un mutante casi imperceptible, sólo reconocible por quienes gusten mirar con atención. Me costaba respirar en el bus a las 4 de la tarde rumbo a Miraflores y no era la natural depresión post-viaje que siempre me jode cada vez que regreso a esta ciudad, era una modificación corporal.
Me despedí de Irene y Flora, y junto a tres más fui directo a la tierra que me vió nacer y crecer y que espero sea ella quien me vea morir. En la billetera verde sólo había dinero para dos semanas y mi motivación principal era un mural del que nadie sabía nada. La vida... la vida.... es tan extraña, tan antojadiza, quién será el gracioso que quita y pone en nuestros caminos piedrecillas que nos harán cambiar de ruta... Si me lo presentaran no sabría si abrazarle o escupirle.
La primera semana en Tarapoto fue para recorrer y mostrar. Colgamos las hamacas como quien hiza la bandera, ahora que lo recuerdo hubiéramos cantando un himno a la selva en ese momento, haría de mi recuerdo algo muy gracioso. Imagino a todos, distintos en tamaño y color, de pie frente a la hamaca batiente cantando algo con una seriedad de compromiso cívico. Por aquí y por allá, por la familia y los que no, por las lagunas y las lomas, y siempre en la tarde a las parrillitas en la calle. "La hombreterilla" me dijo la Deyfilia y me hizo mucha gracia, si supiera que mis amigas son aún más rudas que aquellos acompañantes de viaje.
La siguiente semana fue de investigación. De cabeza al mural, los testigos y los chivos expiatorios. A cada dato se abrían ventanitas en Bloc de notas que me recordaban mi niñez y mi padre. El autor: Maximino Cerezo Barredo, y la fecha: 1987. Un mural más surgió en el camino: Juanjui. Había que confirmarlo. Tres horas en la tolva de una camioneta, segura porque iba a compañada, y destruida por una deforestación sin límites. Una vez allí nos recibió la lluvia, me sonrío recordando al alto y al flaco maravillados con gotas gigantes. Lejos, muy lejos de todo, sin pista y con el riesgo de asaltos. La iglesia era más de lo que había imaginado, y su mural era maravilloso: Cerezo 1975. De no ser por la compañía de aquellos, quizá no me hubiera aventado, y si así hubiera sido el viaje se quedaba en lo anecdótico y yo hubiera seguido siendo la misma, la misma estúpida.
Una parada en Picota para visitar a un padrecito muy guapo y muy amigo de mi señor padre terminó en la entrega de tres discos con información: una compilación de las obras de Maximino,en el que encontré una foto de un mural en media Luna, extrañísimo, cuya leyenda era "Mural San Juan Iquitos". A mis viajeros se les acababa el dinero y los días. Yo tenía una desición importante que tomar. Nunca en mi vida había viajado por río sin mi familia, menos a Iquitos, no tenía ni idea de cómo eran siquiera las lanchas del viaje, me sentía pequeñita e indefensa y los posible peligros llenaban mi cabeza. "Yo debia ir sola, era en ese maldito momento o no lo sería nunca. Y así fue, despedí a mis amigos en el terminal y yo seguí sola, con un miedo de mierda y con sueños cada vez más extraños. Antes de viajar fui una vez más a Juanjui, sola, los extrañé, ellos me habían ayudado a medir los murales de 11 metros de largo con una wincha de 3 metros. Quién diablos te enseña eso en la universidad.
Estaba sola y protegida, mi padre abría el cielo para mí en las noches, no lo dejé de soñar ni un solo puto día. Caminaba llorando de alegría y me dormía con el horror de lo que me pudiera pasar ahora que ya tenía una motivación más poderosa que todos los gritos del mundo. No me detuve, le dije al padre Pedro que iría a Iquitos, me dió teléfonos, direcciones y una frase "anda, anda, que no tienes vergüenza de hablar con nadie, te irá bien". La Darliquita reía, el padrino le sonreía a mi voluntad, y los que no me creyeron lo hicieron cuando la hamaca estuvo empacada.
De ese día hasta hoy ha sido un solo largo tiempo de emociones inverosímiles. Iquitos, mi querido Iquitos, ni todos los bites existentes en el universo cibernético son arma suficiente para escribir sobre ese viaje. Dos murales más, el rastro de mi padre por todas la selva y los fabulosos días en lancha; cada vez que los recuerdo un nudo se ata en mi garganta y otro en mi lengua.
De regreso a Lima todo fue oscuro. Yo era una especia de máquina repotenciada con un millón de operaciones distintas y desconocidas, y ninguna de ellas me servía para sobrevivir el infierno de Lima y su invierno de mierda, ninguna de ellas me servía para caminar como la gente normal.
Una tesis?, una poderosa transfiguración. He cerrado una etapa larga, en el 2009 terminó mi niñez, el colegio y la universidad, terminó la timidez, la idiotez, y la inseguridad, todo ha sido un largo proceso en mi destino. Ahora soy una tarada disfuncional que siempre va a caer parada. Luego de Lima y los abandonos, la soledad, el cáncer, las muertes y los viajes, que se vengan todas las olas del mundo, que me golpeen todos los dolores, que se abra la tierra en infinitos cañones de problemas, yo voy a caer de pìe.
Estoy segura de adónde debo ir y qué debo hacer, y tengo una especie de intuición sobre cómo seguirá mi vida y cuál es mi destino. Seguiré abriendo ventanas por cada puerta que la vida me tire en la cara. Ahora es el momento de hacer, no hay tiempo para parar, llorar o mirar pasar la aves por mi ventana, ahora, este 2010, debo retomar y seguir.
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