miércoles, 13 de enero de 2010

un post mediocre pero verdadero


Son los primeros días de este año y hasta ahora todo va bien. Inicié el 2010 con nuevos proyectos en la mano y en la tierra, y en este momento que escribo todo es paz. La luz del cielo rojo entra por estos enormes ventanales, las únicas luces en casa son las del monitor y una vela, el único ruido es el de mi música y mis teclas, y los únicos aquí somos yo y mis recuerdos de un año inverosímil.

El 2009 me alcanzó mientras participaba en un museo excepcional. Uno de esos pocos monumentos a la constancia, la correa y el buen juicio: El Museo de Arte Italiano. Gocé de la compañía de Dalí, Rodin, incluso Renoir en un exposición que es hasta el momento la única que logró una cola larguísima de curiosos, aficionados y apasionados. Nunca será lo mismo sin Irene, la madera de esa oficina y el vitral de la primavera eran tan suyos como sus ojos y sus sonrisas. Nunca será lo mismo sin Irene.

Antes de los últimos días de la exposición me aventé al que pensé iba a ser un viajecito de fin de semana: Casma. Durante tres días no hubo ninguna otra preocupación más que disfrutar. Aún me persigue casi como tormento el color aturquezado de ese mar tranquilo. Conversar con el agua... jaja, pero mi compañía viajera no creyó que estuviera loca ni que fuera sólo un juego gracioso... hablar con el mar era como hablar con el mundo, tocarlo era como tocar todas las costas a las que llegaba, y nadar en él era una verdadera purificación. Desde allí no hago más que buscar desesperadamente el azul, del mar, del cielo, el azul profundo, infinito, inagotable. Sin darme mucha cuenta de ello, mientras flotaba me iba reconciliando con ese color que había dejado atrás en mi paleta de combinaciones con significado. Me reconcilié con el azul luego de 4 años y luego de lo último que pinté.

De regreso a Lima todo era ya distinto y me avisaba de un viaje más largo. Mi cuerpo, mi piel , mis poros y mis ojos eran un poquito distintos, mis ojos más pequeños, mis poros más grandes y mi piel más sensible. Me sentía como un mutante casi imperceptible, sólo reconocible por quienes gusten mirar con atención. Me costaba respirar en el bus a las 4 de la tarde rumbo a Miraflores y no era la natural depresión post-viaje que siempre me jode cada vez que regreso a esta ciudad, era una modificación corporal.

Me despedí de Irene y Flora, y junto a tres más fui directo a la tierra que me vió nacer y crecer y que espero sea ella quien me vea morir. En la billetera verde sólo había dinero para dos semanas y mi motivación principal era un mural del que nadie sabía nada. La vida... la vida.... es tan extraña, tan antojadiza, quién será el gracioso que quita y pone en nuestros caminos piedrecillas que nos harán cambiar de ruta... Si me lo presentaran no sabría si abrazarle o escupirle.

La primera semana en Tarapoto fue para recorrer y mostrar. Colgamos las hamacas como quien hiza la bandera, ahora que lo recuerdo hubiéramos cantando un himno a la selva en ese momento, haría de mi recuerdo algo muy gracioso. Imagino a todos, distintos en tamaño y color, de pie frente a la hamaca batiente cantando algo con una seriedad de compromiso cívico. Por aquí y por allá, por la familia y los que no, por las lagunas y las lomas, y siempre en la tarde a las parrillitas en la calle. "La hombreterilla" me dijo la Deyfilia y me hizo mucha gracia, si supiera que mis amigas son aún más rudas que aquellos acompañantes de viaje.

Los Córdova y los Miranda hicieron de mis amigos su familia. Aunque me esforzcé no pude ser tan buena anfitriona como ellos. Durante esos días brotó de alguna zona desconocida de mi estómago una Clara arisca. Nuca estuve acompañada durante tantos días seguidos, menos en el lugar más íntimo y personal que he tenido: mi casa. Así que me enfrenté a la siguiente verdad: soy un animal con un hábitad de miles de hectáreas. El esfuerzo generalmente me dura poco y me asfixio con mucha rapidez. Dicho estado demandaba bailes evasivos como las jugadas de Ronaldihno en su buena época, claro que tanta maniobra zigzagueante por seguir con el viaje sin incomodar a mis viajeros ocasionó uno que otro accidente de tráfico por ir en vías opuestas.

La siguiente semana fue de investigación. De cabeza al mural, los testigos y los chivos expiatorios. A cada dato se abrían ventanitas en Bloc de notas que me recordaban mi niñez y mi padre. El autor: Maximino Cerezo Barredo, y la fecha: 1987. Un mural más surgió en el camino: Juanjui. Había que confirmarlo. Tres horas en la tolva de una camioneta, segura porque iba a compañada, y destruida por una deforestación sin límites. Una vez allí nos recibió la lluvia, me sonrío recordando al alto y al flaco maravillados con gotas gigantes. Lejos, muy lejos de todo, sin pista y con el riesgo de asaltos. La iglesia era más de lo que había imaginado, y su mural era maravilloso: Cerezo 1975. De no ser por la compañía de aquellos, quizá no me hubiera aventado, y si así hubiera sido el viaje se quedaba en lo anecdótico y yo hubiera seguido siendo la misma, la misma estúpida.

Una parada en Picota para visitar a un padrecito muy guapo y muy amigo de mi señor padre terminó en la entrega de tres discos con información: una compilación de las obras de Maximino,en el que encontré una foto de un mural en media Luna, extrañísimo, cuya leyenda era "Mural San Juan Iquitos". A mis viajeros se les acababa el dinero y los días. Yo tenía una desición importante que tomar. Nunca en mi vida había viajado por río sin mi familia, menos a Iquitos, no tenía ni idea de cómo eran siquiera las lanchas del viaje, me sentía pequeñita e indefensa y los posible peligros llenaban mi cabeza. "Yo debia ir sola, era en ese maldito momento o no lo sería nunca. Y así fue, despedí a mis amigos en el terminal y yo seguí sola, con un miedo de mierda y con sueños cada vez más extraños. Antes de viajar fui una vez más a Juanjui, sola, los extrañé, ellos me habían ayudado a medir los murales de 11 metros de largo con una wincha de 3 metros. Quién diablos te enseña eso en la universidad.

Estaba sola y protegida, mi padre abría el cielo para mí en las noches, no lo dejé de soñar ni un solo puto día. Caminaba llorando de alegría y me dormía con el horror de lo que me pudiera pasar ahora que ya tenía una motivación más poderosa que todos los gritos del mundo. No me detuve, le dije al padre Pedro que iría a Iquitos, me dió teléfonos, direcciones y una frase "anda, anda, que no tienes vergüenza de hablar con nadie, te irá bien". La Darliquita reía, el padrino le sonreía a mi voluntad, y los que no me creyeron lo hicieron cuando la hamaca estuvo empacada.

De ese día hasta hoy ha sido un solo largo tiempo de emociones inverosímiles. Iquitos, mi querido Iquitos, ni todos los bites existentes en el universo cibernético son arma suficiente para escribir sobre ese viaje. Dos murales más, el rastro de mi padre por todas la selva y los fabulosos días en lancha; cada vez que los recuerdo un nudo se ata en mi garganta y otro en mi lengua.

De regreso a Lima todo fue oscuro. Yo era una especia de máquina repotenciada con un millón de operaciones distintas y desconocidas, y ninguna de ellas me servía para sobrevivir el infierno de Lima y su invierno de mierda, ninguna de ellas me servía para caminar como la gente normal.

Una tesis?, una poderosa transfiguración. He cerrado una etapa larga, en el 2009 terminó mi niñez, el colegio y la universidad, terminó la timidez, la idiotez, y la inseguridad, todo ha sido un largo proceso en mi destino. Ahora soy una tarada disfuncional que siempre va a caer parada. Luego de Lima y los abandonos, la soledad, el cáncer, las muertes y los viajes, que se vengan todas las olas del mundo, que me golpeen todos los dolores, que se abra la tierra en infinitos cañones de problemas, yo voy a caer de pìe.

Estoy segura de adónde debo ir y qué debo hacer, y tengo una especie de intuición sobre cómo seguirá mi vida y cuál es mi destino. Seguiré abriendo ventanas por cada puerta que la vida me tire en la cara. Ahora es el momento de hacer, no hay tiempo para parar, llorar o mirar pasar la aves por mi ventana, ahora, este 2010, debo retomar y seguir.

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