miércoles, 1 de diciembre de 2010


Estoy sentada a media luz y acude a mí el resumen de tu rostro frustrando el camino a tu recuerdo, una postal brillante que me aleja del dolor que hace real al mundo. Van tres años de una masa fría en el centro del cráneo que se agita con la angustia de no poder tocar el espacio que ya no ocupas; hasta que mi antiguo deseo de rodearte de nietos sonrosados viene a liberarme. Entonces me dueles en el vientre, en esa herida que va de la comisura de mis labios al centro de mi pecho y que deja expuesta mi orfandad en un rosa de carne maloliente.

No están. Y yo debo deshilar de a pocos mis viejas esperanzas, quitar la mala sangre uterina, y llevarles en el corazón sano que merecen sus recuerdos. Esta no es una noche triste.




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