
Quizá una de las desesperaciones más patéticas sea la de estar triste y no tener donde tirarse a padecer la pena. A veces el dormitorio no es aliado, a veces el más demorón está en la ducha, a veces la calle soleada y alegre te expulsa de sus dominios, a veces nadie está -ni cerca ni lejos, porque la lejanía no es siempre cuestión de distancia-. Felizmente, quizá por azares y cuestiones climáticas, se logra por momentos recuperar escondrijos reconfortantes con buena vista al cielo.
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