Trayecto de Yurimaguas a Iquitos: navegando durante tres días del Huallaga, al Marañón para llegar al Amazonas, la selva es también una planicie infinita como verde.
SÁBADO 28-02-09, casi las 4 pm
"El pequeño barco se desplaza lento, ronronea y me lleva lejos de la angustia. Mi mente está clara y libre, suelta como mi falda, es increíble lo que produce el viaje en mí. El agua corre y corre, los árboles sabios saludan y sonríen, la hamaca se mueve lenta y me recuerda que siempre quise ser pez y agua. En la embarcación EDUARDO III todos nos cuidamos, todos somos familia. Navego una arteria que nutre esta tierra, quiero vivir mi vida con esta paz y tener siempre la mente despejada como ahora. La gente disfruta mirando, conversando, durmiendo y jugando. Este viaje es un privilegio, nos regala tres días lejos de todo y cerca de nosotros."
DOMINGO? de madrugada
"Una canción me llenó de ganas de hablar de idioteces. La noche está sensible y expuesta, un sin fin de estrellas que casi no dejan espacio entre sí se reflejan en el río que parece no moverse, dan ganas de llorar. Estoy de pie en la proa sólo a la penumbra, corre una brisa a temperatura y velocidad exacta que me conecta con la compañía silencoisa de los que huyen de la luz del segundo piso. Todos somos sombras calladas en penumbra que miran hacia arriba."
DOMINGO 29-02-09 por la mañana
"Hasta el momento hemos encallado en varios pueblos y caseríos. En cuanto la proa se detiene brusca en la tierra suben al Eduardo III filas de mujeres esforzadas de todas las edades ofreciendo en bandejas hasta lo inimaginable: humarí, zapote, pescado pango por un sol, juanes, guabilla, lima, mandarina, agua, shimbillo, majambo frito, incluso lagarto asado. Desfilan sudorosas al rededor de las hamacas sin detenerse a menos que alguien haga un gesto con la mano. Al tiempo llegan nuevos pasajeros y nuevas cargas luego de deshacerse de los que llegaron a su destino. Al encallar tenemos unos minutos de aire fresco antes que nos invada un calor de mierda que dura hasta que el motor ponga en marcha la embarcación. Apenas nos movemos una brisa que me creo ya haber descrito viene a aliviar el cuerpo.
En la mañana el EDUARDO III es una fiesta, todos los niños que lloraron y jodieron durante la noche toman por asalto todo espacio en el que quepan, juegan, ríen, corren, lloran. Pequeñitos de ojos grandes, chiquititas en calzón blanco con blonditas, patilargas, gorditos, de cabello corto o largo y en su mayoría desclazos. Es un mercado de gente pequeña con la cara sucia que le pertenece a madres que en su mayoría vajan solas; algunas escapando del marido, como mi vecina de hamaca, otras en busca del mismo. Viajan con sus costales, duermen con todos sus bebes en una hamaca o tienden frazadas en el suelo. El Eduardo III está lleno de maternidad, dulces composiciones de cariño. La señora a mi derecha fue la primera que vi, una tela azul cubre su cabeza, tiene los años en la cara y un niño de un par de años al que trata como hermanito. Cerca a los lavatorios encontré unos ojos oscuros y decididos, era la madre de Karencita, una niña que conocí antes de zarpar que tiene un celular de juguete con el que está apunto de reventar mi paciencia. A esta mujer le aburre la bulla de sus cuatro hijos, pero piensa sacarse el ancho por ellos, está abandonando al padre en un pueblito de Yurimaguas. Sentada en el suelo encontré a la "señora de negro", alta, joven , guapa y cansada. No pudo pagar el pasaje de sus hijos y por ello no tienen derecho a recibir la comida que sirve el EDUARDO III a sus pasajeros, los enterados dejan de comer para dárselo, ella deja de comer para entregarlo a sus hijos. Pero la madre que me ha cautivado por completo es una mujer joven con ojos fuertes, de piel como el tabaco y con hermosos razgos nativos. No le he escuchado una sola frase hasta el momento, he visto sus labios moverse y percibir un murmullo grave como aire denso. Va descalza y en las uñas del pie tiene restos de esmalte de color rojo. Su blusa marrón deja ver sus pechos grandes y caídos a través de un interesante escote largo y delgado. Con sus dedos arregla su cabello negro retinto, lacio y de cantidad precisa. Tiene pequeños ojos almendrados, negros como el short que lleva puesto, su nariz es pequeñita y sus labios, oscuros, alargados y salientes. Es hermosa. Carga una niña clara de unos cuantos meses de edad, calzonzapa y con zapatitos blancos con hebilla. Esta madre lleva un misterio seductor que debe encontrarse en la palabras que no pronuncia. Gran pate del día se balancea en la hamaca cargando a su nena mirando algo que mis ojos no pueden ver."
"No tengo ni idea, debe ser como la una de la tarde y navegamos el gran Marañón desde anoche, encallamos en: Lagunas, Saramuro y Urarinas. He conocido gente de todas partes, unos que dominan bien el español, otros que no me entienden ni mierda, nos une el gusto de mirar en silencio."
LUNES 30-02-09
"Amazonas, falta poco para llegar"
1 comentario:
Esta va con flema....
oye clarita, que bonito escribes, pucha ya quisiera estar lejos de la ciudad, como tú, teniendo tus ojos. Pues que me queda,solo seguir aquí en mi escritorio.
Saludos, espero saber de tí
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