domingo, 5 de agosto de 2012

No temerle, para cantarle, entre tragos y gritos secos. Pero le temo, horriblemente. Todo da vueltas, me cojo la blusa en el vientre y me encojo, y estoy en esas pesadillas en las que temes algo que no ves.
Ha pasado por mi cara, ha pasado su mano sucia por mi cara y se ha llevado a mi padre en un sonido seco, largo, triste, mientras yo decía huevadas, mientras lo miraba, luego sufrí en sueños la transición de su rostro. Y sentí en su mano, en la mano de la muerte, algo familiar, no presté atención. Era la muerte de mi madre, era su útero arrancado de mis piececitos de niña triste.
En adelante, acumulé un catálogo de rigor mortis en el alma. Hoy, hoy te temo, hace mucho que no pienso en dejar de esperarte, pero ya sabes, hay un fuego en mí que no se extingue, que me saca del charco negro y me hace caminar cuando sólo quiero rendirme. Te vas al carajo, que por lo menos hoy ese fuego aún existe.

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