martes, 17 de agosto de 2010

Alguien como yo, tan cobarde y tan dejada, padece ridículamente en menesteres muy simples.

Tan sólo una certeza es todo lo que pido. Los límites de la mesa se desbujan fácilmente y a veces mi única conexión con esta realidad es la imagen de mis manos y un mechón de cabello vueltos sobre alguna cosa. Cómo hago para dejar de estar tras mis ojos. Y la luz es gris como un papel, prefiero el turquesa de las aguas de esos sueños que me han abandonado por varios días. Por qué tendré que ser tan marciana?, tan desajustada de todos los disfuerzos, de la sonrisa incómoda, de la pose de artista, de DJ, de literato, de pendejo, de autosuficiente. Lo peor es que tampoco quiero ser de otra forma... Porque me divierte sonreírle al gato cuando me mira a los ojos y porque sé que la tierra me habla y el agua jamás me haría daño; y porque de no ser así como soy no lloraría con una película tan ridícula como esta... Ja, quizá esas son mis certezas, qué poco útiles para sobrevivir... pero sí, sublimes... Bueno, la gravedad existe y yo tengo mucho qué escribir.

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