viernes, 3 de setiembre de 2010

viernes 3

Es increíble como tanta torpeza y mala fortuna pueden juntarse en 24 horas. Y digo 24 horas porque no tengo esperanza alguna en que el día se arregle en esta única hora faltante, por espontánea y fresca que sea no va a quitar de mi ceño las arrugas del fastidio. Por eso he decidido quedarme echada y quieta hasta que el día realmente termine: alejaré mis manos de las cosas y evitaré estropearlas, guardaré mi lengua y evitaré decir más de la cuenta, desaceleraré mi corazón y evitaré la bipolaridad, reduciré la esperanza y evitaré la pena, cerraré los ojos y evitaré todo lo que debo leer; escucharé música y me convenceré de mi inexistencia.

A las 12:05 me levantaré.
Ja, hasta este texto es parte de las malas decisiones de este día.

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